Sueño nocturno.
Echar de menos algo que nunca has tenido es morir en el
intento de preservar algo que no era real, que era un sueño, un invento.
Echamos de menos personas, emociones, sentimientos, momentos...
¿todo eso para qué? ¿Para vivir en ese estado de felicidad ajeno a la realidad?
Y hoy, sin pretenderlo, he caído en la trampa mortal, en el
error fatal, he mordido la manzana; te he echado de menos. No a ti, ni a tu
aroma. He echado de menos el romanticismo. Es extraño, pero es la verdad. Antes todo
tenía ese olor a nuevo, al rocío de las seis de la mañana, a la primera vez que
abres un libro y saboreas su aroma. Y, como el libro, dejaste, dejamos de oler,
de oler a romanticismo. Dejamos de saborear cada beso robado en medio de una
calle desierta, dejamos de mirarnos a los ojos y apartar la mirada con la
vergüenza del primer amor. Dejamos nuestro amor en unas manos que no eran las
nuestras, en la responsabilidad de algo que no podíamos manejar, dejamos todo
lo que conllevaba esto, precisamente algo solamente nuestro, en manos del
destino. Incontrolable, arrollador, que tenía la fuerza suficiente para dejarnos sin nada, vacíos.
Pero la culpa, la maldita culpa, no es tuya, sino mía. Yo
que cuando vi que el aroma se esfumaba, que nos dejaba, debía haber reaccionado, haber hecho algo,
haber luchado, haber... por hacer, lo podía haber hecho todo, pero no pude, no
tuve valor.
No tuve el valor de llevar el peso de algo tan grande sobre
mí. Quería que fuera cosa de dos, cosa de nosotros, no solo de mí.
Ahora, lo echo de menos, y no te culpo. Me culpo a mí. Por
querer más de lo que yo misma podía abarcar. Quería un romanticismo eterno, que
la primera flor que me regalaste no se marchitara, por muchos años que pasaran.
No me di cuenta, pero los para siempre son solo un quizás, solo un momento.
La culpa, la culpa es mía. Porque ahora me oculto, entre
sombras, entre pequeños matices que tu nunca verás, porque estás ciego, como el
que mira un gran cuadro a dos centímetros de distancia. No ves que me alejo
porque no llevo maleta, mi ida es solo metáfora, solo mi mente, mis
sentimientos, mis emociones se van, ¿por qué? Porque ya no quieren un para
siempre, ahora quieren un carpe diem,
que día a día alguien les demuestre lo que valen, lo que se las quiere; que tu
les demuestres que sigues apostando por ellas, por mi, por nosotros, y por la
primera flor ya marchita que me regalaste en nuestra primera cita, por ese
primer beso, por ese primer "te quiero"; pero, sobre todo, por los
besos que tienen que venir, por las sonrisas compartidas, y por todas las
demostraciones de amor que antes nos hacíamos y que van a volver, más fuertes,
más sentidas, más reales que nunca.
Me voy sin equipaje, porque mi idea es volver, porque pienso
y quiero regresar. No me quiero ir, pero tengo que ausentarme, lo necesito, lo
necesitamos, para que esto funcione, para no convertirnos en muñecos de plástico
que no sienten, que no se quieren, que no se aman.
No quiero ser eso, quiero ser real, quiero estar contigo,
quiero volver a empezar. Mordí la
manzana, ahora la tengo que acabar.
¿Abucheos? ¿Un anónimo pidiendo mi muerte? ¿Que os gusta solo el final porque termina? ¿Que os gusta de verdad? ¿Un comentario ? Me haría feliz saber vuestra opinión, aunque os voy a seguir queriendo igual. Gracias por leer.
Comentarios
Publicar un comentario